Tolerancia a la lactosa
La lactosa es un azúcar contenida en la leche, que requiere, para su correcta digestión, de la presencia de una enzima llamada lactasa. Los bebés humanos lactantes producen lactasa, por lo tanto, digieren la leche materna sin problema. Cuando los bebés llegan a edad adulta, los genes responsables de la producción de la enzima se apagan, razón por la cual muchos adultos son intolerantes a la lactosa. Por cierto, este hecho sucede en los críos de todos los mamíferos. Algunos efectos de la lactosa en el ser humano adulto pueden ser flatulencia, cólicos estomacales, diarrea y vómito. Sin embargo, existimos algunos humanos que sí toleramos la lactosa y podemos consumir leche y algunos de sus derivados, sin tener problemas estomacales. ¿Por qué existen algunos seres humanos que tienen esta particularidad?
Los adultos que no sufren problemas cuando ingieren lácteos son en general tribus como los Tutsi de Rwanda, los Fulani y los Tuareg de África Occidental, los Sindhi del norte de India, los Beja del noreste de África y algunas tribus europeas. Lo que estos grupos tienen en común es que su actividad principal es el pastoreo y conviven con animales domesticados productores de leche. No sabemos a ciencia cierta qué les sucedió a los antepasados de estos individuos, pero con seguridad hace miles de años algunos adultos se vieron en la necesidad de consumir leche en época de hambruna y aquéllos que digerían la lactosa sobrevivieron mejor. Una pequeña ventaja reproductiva de algunos individuos sobre el resto, hizo que el gen que no se apaga en la edad adulta, se popularizara en la población.
Entre los actuales seres humanos que no toleran la lactosa están los japoneses, los chinos, los Inuit, la mayoría de los indígenas americanos y los aborígenes australianos, que comparten la particularidad de haber carecido de ganado productor de leche en el pasado.