Nuestros parientes unicelulares más cercanos
Hace 600 millones de años los mares se empezaron a poblar con criaturas multicelulares formando simples colonias de células que dieron lugar, más adelante, a los organismos complejos que hoy conocemos. El surgimiento de tal innovación fue toda una revolución biológica, pues permitió movimiento, crecimiento y desarrollo de órganos que ayudaron a los animales a comer, digerir y detectar su mundo de alrededor.
Las células de un organismo pluricelular se especializan para dedicarse a distintas funciones. Existen células que están en el exterior y mantienen la humedad del organismo y hay células que pasan a formar algún órgano especializado. Es asombroso que sean capaces de trabajar juntas y comunicarse entre sí, características que constituyen las herramientas clave para construir los distintos cuerpos de los animales.
En un principio se pensaba que la maquinaria para desarrollar estos cuerpos evolucionó al mismo tiempo que surgieron los multicelulares. Se pensaba que las moléculas que permiten a las células adherirse unas a otras e interactuar entre ellas no existían antes del surgimiento de éstos.
Con el tiempo se descubrió que los genes necesarios para construir cuerpos de animales existen en unos eucariontes unicelulares llamados coanoflagelados, nuestros parientes unicelulares más cercanos, quienes han servido como modelo para reconstruir al último antepasado unicelular de los multicelulares.
El hecho que se hayan utilizado genes ya existentes para crear cuerpos es un ejemplo de cómo la evolución no improvisa, sino echa mano de lo que está a su alcance, dispone de rasgos útiles y los adapta a nuevas situaciones.
Coanoflagelados