Deriva genética

Al conjunto total de genes de una población dada se le conoce como su acervo genético, e incluye todos los genes en el genoma de los individuos en todas sus versiones, también llamadas alelos.

Para entenderlo mejor pongamos como ejemplo una población de plantas de chícharo, cuyo acervo genético contiene los genes que definen el color de la flor en sus dos versiones: el alelo que produce flor verde y el alelo que produce flor amarilla.

Cuando una población se encuentra aislada, es imposible que ésta enriquezca su acervo genético con el intercambio de individuos de otras poblaciones. Por estar aislada, no recibe inmigrantes de otros grupos. Si además se trata de pocos individuos, sucede lo que conocemos como la deriva génica: la frecuencia de ciertos alelos cambia con respecto a la población original.

Algunos alelos pueden perderse después de varias generaciones solo porque no nazcan individuos con esa versión del gen, y aunque la población original tenga mucha variedad genética, al paso de generaciones, la composición de los genes habrá variado.

Los mejores ecosistemas para estudiar la deriva génica son las islas, si en algún momento recibieron poblaciones que migraron del continente más cercano. Las especies evolucionan mucho más rápido en una isla que en el continente, pues la isla soporta menos individuos, menos especies y ofrece menos recursos.

El efecto es que la isla es un ecosistema más simple, donde es fácil investigar cómo el acervo genético cambia debido a la deriva.

Deriva genética

Ejemplo de qué sucede cuando una subpoblación (centro) migra a una isla. El acervo genético de la población original (izquierda) es mayor que el de la población en la isla (derecha).


Las islas permiten ver los efectos de la evolución más claramente

Las islas le dan claridad a la evolución, pues soportan menos especies, menos relaciones entre especies y más casos de extinción de especies que los continentes. Esto da como resultado ecosistemas más simples, que son más fáciles de estudiar. La disciplina que las estudia es Biogeografía de Islas.

Hay islas de dos tipos: continentales y volcánicas.

Las continentales se separaron de un continente en algún momento, al agrietarse las placas tectónicas y se llevaron consigo algunas especies que ya poblaban el continente padre. Ejemplos de isla continental son Madagascar,  Nueva Zelanda, Sumatra, Borneo, Tasmania.

Las volcánicas aparecieron en el mar en algún momento y carecieron de vida hasta que poco a poco las fueron invadiendo especies que llegaron por agua o aire. Algunos ejemplos son las Galápagos, Hawaii y las Mascareñas.

Pero en todas las islas se producen dos fenómenos curiosos: gigantismo y enanismo.

Por ejemplo, en Galápagos y en las Mascareñas existen tortugas que descienden de tortugas del continente más cercano. Seguramente llegaron a las islas en balsas formadas por troncos y ramas. Evolucionaron a convertirse en tortugas gigantes, pues en ambos casos había un ecosistema que las sostenía y no había depredadores (especialmente de dos patas) que acabaran con ellas.

En cambio hay casos donde se produce el efecto contrario: sucede el enanismo. En islas como Malta, Sardinia, Sicilia, Creta, Chipre, Rodas, Delos, Sulawesi, Timor, Flores, Mindanao, en todas éstas se han encontrado fósiles de elefantes enanos. En las islas del archipiélago del Norte de California: San Miguel, Santa Rosa y Santa Cruz, se han encontrado fósiles de mamuts enanos. Lo que sucede es que el ecosistema no da para mantener a las especies enormes y éstas evolucionan en individuos enanos que sí pueden sobrevivir y reproducirse en el medio que es más pobre que el del continente cercano.

Un ejemplo muy interesante es el del dragón de Komodo, que es una lagartija gigante, que evolucionó a convertirse de ese tamaño por las ventajas energéticas que obtuvo al alimentarse de elefantes enanos, que por cierto se extinguieron.

Si tienes algún comentario, háznoslo saber y con mucho gusto lo tomamos en cuenta.