Ronald Fisher (1890-1962), Sewall Wright (1889-1988), Theodosius Dobzhansky (1900-1975) y Ernst Mayr (1904-2005)
Reconocidos como los autores del neodarwinismo o síntesis moderna, Fisher, Wright, Dobzhansky y Mayr formulan la teoría de la evolución tal como la conocemos en la actualidad.
Antes de 1920, se desconocían los mecanismos que permiten actuar a la evolución. No se sabía de genes, de ADN, ni de mutaciones. No se sabía por qué existen diferencias entre dos poblaciones de la misma especie. Las variaciones que Darwin veía en sus palomas y en sus percebes, cuyo origen no tenía la más remota idea cómo explicar, surgen conforme las secuencias de ADN van cambiando.
Fue en la década de 1920 cuando Ronald Fisher –estadístico– y Sewall Wright –genetista– lograron integrar la teoría de selección natural de Darwin con los estudios de genética de Mendel, colocando la teoría de Darwin sobre bases mucho más sólidas. La contribución de Fisher, por su parte, consistió en demostrar cómo la selección natural avanza debido a la acumulación de pequeños cambios y no a través de cambios gigantes, como se pensaba en ese momento.
La publicación, en 1937, del libro de Theodosius Dobzhansky –científico soviético emigrado a los EEUU– titulado Genética y el Origen de las Especies, representó un gran avance en el estudio de la evolución y la genética. Dobzhansky se había dedicado a la observación de distintas poblaciones de la mosca de la fruta –Drosophila–, logrando identificar a simple vista algunas diferencias en los cromosomas utilizando solo un microscopio.
Por su lado, Ernst Mayr, inspirado en el libro de Dobzhansky, entendió por qué los rasgos de los pájaros que él estudiaba en Nueva Guinea variaban de población en población. Se debía al flujo de genes de una población a otra.
Ya para 1940, los arquitectos de la nueva síntesis moderna habían demostrado que la genética, la zoología y la paleontología contaban la misma historia. Las mutaciones eran el fundamento del cambio evolutivo. Combinadas con las leyes de la herencia, la deriva genética, la selección natural y el aislamiento geográfico, podían crear nuevas especies y nuevas formas de vida. Era posible que a lo largo de millones de años aparecieran las transformaciones reflejadas en el registro fósil. El éxito de la síntesis moderna, también conocida como neodarwinismo, ha sido la fuerza transformadora de la investigación de 1950 a la fecha.
Si bien es cierto que para entender la evolución, debemos recurrir a Darwin, sería un error reducir la evolución tan solo a sus estudios. Como hemos visto, Darwin no fue el primero en preguntarse sobre el origen de los seres vivos ni fue el último en descubrir las evidencias en las que basaba sus argumentos. Además, Darwin ignoraba mucha de la información que hoy damos por sentada. Si él viviera, podría usar los microscopios ópticos actuales, con amplificaciones hasta de 2,000 veces, y los electrónicos de hasta 10 millones de veces. Conocería las leyes de la herencia, los genes y la estructura del ADN. Sabría de la enorme cantidad de fósiles hallados hasta la fecha, lo sorprenderían la edad de la Tierra y las técnicas para conocer la antigüedad de las rocas, y se maravillaría al oír hablar de las placas tectónicas. ¡Qué hubiera dado Darwin por vivir en nuestra época, por tener acceso a la tecnología y al conocimiento del siglo XXI!
Ernst Mayr, Ronald Fisher, Sewall Wright y Theodosius Dobzhansky son reconocidos por complementar la teoría de la evolución de Darwin y Russel con la genética de Mendel.