Conducta sexual en animales
Diversas conductas sexuales en los simios
¿Cómo sería nuestra vida sexual si fuéramos simios distintos a Homo sapiens? Resulta que nuestras vidas serían muy diferentes, pues los simios tienen comportamientos diversos que son adaptaciones producto de su evolución.
Si fuéramos orangutanes (Pongo pygmaeus), las mujeres vivirían solas, separadas unas de otras. Los hombres también vivirían solos, pero visitarían de vez en cuando a una o varias mujeres para tener sexo. Si de casualidad dos hombres se encontraran, habría una tremenda batalla violenta.
Si fuéramos gibones (Hylobates lar), nuestras vidas serían irreconocibles. Viviríamos en parejas monógamas, cada pareja alejada una de otra kilómetros de distancia. Pelearíamos a muerte si algún vecino pretendiera entrar a nuestro territorio, el cual nunca desocuparíamos.
Si fuéramos gorilas (Gorilla gorilla), viviríamos dentro de un harén, como vivían los sultanes otomanos, cada uno dominado por un hombre gigante de edad madura, del doble de peso de cualquiera de sus mujeres. Este hombre tendría el monopolio de la vida sexual de todas las mujeres de su harén e intimidaría a cualquier otro hombre que pretendiera acercarse. Sin embargo, este hombre tendría sexo muy raras veces, una vez al año. Los otros hombres de la población no tendrían sexo nunca en su vida.
Si fuéramos chimpancés (Pan troglodytes), la vida se parecería un poco a la nuestra. Viviríamos en familia, seríamos sociables, habría jerarquías en nuestra sociedad, seríamos territoriales y muy agresivos con aquellos ajenos a nuestro grupo. Nuestro núcleo social sería la familia, con conciencia de clases, beligerantes y nacionalistas. Los hombres pasarían más tiempo tratando de ascender políticamente que atendiendo a sus familias. En cuanto a sexo, las cosas serían muy distintas. Para comenzar, los hombres no participarían de la educación de los hijos. Los vínculos matrimoniales no existirían. La mayoría de las mujeres tendría sexo con la mayoría de los hombres de la tribu, pero el jefe, digamos el presidente, se aseguraría de tener prioridad sobre todos los demás. Pero la actividad sexual sería intermitente. Las mujeres en celo se darían gusto apareándose con todos los hombres de la tribu, sin embargo pasado el celo o durante el embarazo o la lactancia no permitirían acercamiento alguno. El celo lo anunciarían a toda la población con un trasero hinchado y color de rosa, que sería irresistible para cualquier hombre.
Finalmente, si fuéramos bonobos (Pan paniscus), viviríamos en grupos un poco como los chimpancés, pero habría bandas errantes de hombres visitando grupos de mujeres. Las mujeres serían ninfómanas, teniendo sexo a la menor provocación, inclusive entre ellas y con adolescentes. Cualquier mujer que llegara a una cena, primero tendría sexo con cada uno de los concurrentes y después se sentaría a cenar. No tendríamos guerras pues los hombres dormirían como lirones toda la noche, preparándose para un largo día de fornicación e ingestión de hierbas.
Las gorilas se aparean 10 veces por cada cría que nace. Las chimpancés se aparean entre 500 y 1,000 veces por cría. Las bonobas se aparean hasta 3,000 veces.
Existen especies animales en las que el macho cuida a los críos
En la gran mayoría de las especies, cuando la hembra tiene críos, suceden una de dos cosas: la hembra se encarga totalmente de los críos sin ayuda del macho (como el caso de los osos polares) o los críos nacen y crecen solos (como el caso de las tortugas).
Son menos los casos donde el macho colabora o se encarga totalmente de los críos.
En las aves, ranas y peces, hay muchos ejemplos donde el padre es el único que cuida o comparte el cuidado de la cría, pero en el caso de los mamíferos, hay pocas especies donde esto sucede.
Las cebras y los gorilas son un ejemplo. Estas especies viven en poliginia (poligamia animal), es decir, un macho con un harem de varias hembras. Los machos comparten con las hembras el cuidado de los críos.
Los machos orcas, que son polígamos, también comparten el cuidado de los críos.
Otro ejemplo son los gibones, que viven en monoginia (monogamia animal). Viven en parejas, aisladas en su propio territorio y juntas por toda su vida. El macho también comparte el cuidado de la cría.
Un último ejemplo muy peculiar son los micos bebeleche (saddleback tamarin) que viven en poliandria. Una hembra tiene un harem de dos machos, con quienes se aparea y quienes colaboran en el cuidado de los críos.
Existen especies monógamas
La monogamia no es la conducta más común en la naturaleza, sin embargo se sabe de por lo menos 14 especies distintas que llevan vidas más o menos monógamas:
El dik-dik de Kirk (Madoqua kirkii), el antílope más pequeño.
Un pez de la familia de los cíclidos, comunmente llamado convicto (Amatitlania nigrofasciata).
Un roedor de la praderas de Norteamérica (Microtus ochrogaster).
La grulla canadiense (Grus canadensis).
Un pequeño lagarto rugoso (Tiliqua rugosa).
El buitre negro americano o zopilote (Coragyps atratus).
El ratón californiano (Peromyscus californicus).
El albatros de las Galápagos (Phoebastria irrorata).
La rata gigante de Malgasy (Hypogeomys antimena).
El cisne vulgar (Cygnus olor).
El gibón de manos blancas (Hylobates lar).
El águila calva (Haliaeetus leucocephalus).
Los micos nocturnos (Simia trivirgata).
Asimetría en el tamaño de gametos entre hembras y machos
La selección natural ha favorecido el que un sexo, que llamamos machos, produzca muchos gametos chiquitos (esperma o polen) y otro sexo, que llamamos hembras, produzca pocos gametos grandotes (óvulos).
Como dato curioso, el óvulo de una hembra humana tiene 100,000 veces el volumen de un espermatozoide humano.
Para ponerlo en perspectiva, es como si comparamos un cubo de 1m3, contra un edificio de 100 m por cada lado y 10 metros de altura.
Esta asimetría en el tamaño de los gametos ha provocado que los dos sexos desarrollen estrategias de apareamiento muy distintas.
Los machos producen grandes cantidades de gametos y en principio pueden procrear tantos crios como hembras se dejen atraer.
En cambio las hembras, que producen pocos gametos, como invierten mucho tiempo en sus crios, son pocos los crios que pueden tener a lo largo de su vida reproductiva.
El record Guiness para la raza humana en mujeres lo tiene una mujer rusa del siglo XVIII que tuvo 69 hijos: muchos gemelos, triates y cuatrillizos.
En cambio, para hombres, el record lo tiene un marroquí del siglo XVII que tuvo más de 1000 descendientes.
El medio ambiente y el alimento pueden determinar la conducta sexual
La anatomía y la conducta evolucionan de modo diferente: anatomías parecidas vienen de ancestros comunes pero conductas parecidas no vienen necesariamente de ancestros comunes sino de ambientes y alimentación similares.
El mejor ejemplo es las diferencias en la vida sexual de los simios africanos.
Cualquiera diría que los gorilas y los chimpancés se parecen tanto que deben de comportarse de modo similar, pero la realidad no es así.
Los gorilas son herbívoros, se alimentan únicamente de tallos, hojas y en ocasiones frutos.
Los chimpancés son frugívoros, es decir, se alimentan de frutos complementándolos con hormigas, termitas y carne de mono.
Esta diferencia en dieta ha provocado una diferencia en organización social.
Las plantas son muy abundantes pero no muy nutritivas, por lo tanto los gorilas deben invertir todo el día en comer y no necesitan desplazarse lejos. Esto hace que un grupo de gorilas sea estable y fácil de defender. El resultado ha sido que los machos desarrollaron una estrategia polígama de apareamiento: cada macho puede monopolizar un harem de hembras con sus críos, ahuyentando a otros machos.
Por otro lado, la fruta crece de manera impredecible, hay que ir a buscarla. Los chimpancés necesitan vivir en territorios extendidos para asegurar que encuentran árboles con frutos. Una vez que encuentran un árbol dando fruto, hay alimento para todos. Por lo tanto el territorio se puede compartir con otros chimpancés. Además esos otros chimpancés pueden ayudar a defender el territorio. Al chimpancé no le funciona la estrategia de monopolizar a las hembras. La única manera de controlar el acceso a un grupo extendido de hembras es compartirlas. Siempre hay un macho "alfa" que es quien se lleva un alto porcentaje de las copulaciones, pero no todas.
Estas diferencias van más lejos: el gorila debe ser grande en tamaño para defender su harem, pero al chimpancé no le conviene ser tan grande, pues debe trepar a los árboles y ser ágil para movilizarse.
Los gorilas son del doble de tamaño de las hembras y los chimpancés son casi del mismo tamaño que las hembras. En los gorilas hay mayor dimorfismo sexual que en los chimpancés.