Evidencias anatómicas para la evolución

Cuando uno observa la anatomía de diferentes animales, encontramos infinidad de similitudes.

• Todos los mamíferos, reptiles, aves y anfibios – los tetrápodos– tienen cuatro patas.

• Todos los primates tienen cinco dedos en sus extremidades.

• Todos los mamíferos tienen los mismos huesos en las extremidades superiores e inferiores.

• Las alas y los picos de todas las aves son parecidos.

• Las aletas de todos los peces son similares.

• En general, las especies tienen órganos en común.

Lo anterior sugiere que las especies actuales deben compartir ancestros de quienes heredaron esas características. El parecido en anatomía entre dos especies es evidencia de su evolución a partir de un antepasado común. Veamos algunos ejemplos.

Evidencias anatómicas para la evolución

Extremidades superiores de (desde arriba-izquierda, en sentido de las manecillas de reloj) anfibio, reptil, ave, humano, murciélago, cetáceo y felino.


Desarrollo de los embriones de vertebrados

Todos los vertebrados comienzan su desarrollo embrionario de la misma manera, muy parecido al embrión de un pez. Conforme éste crece, las diferentes especies comienzan a divergir. Algunos vasos sanguíneos, nervios u órganos que surgen al inicio, desaparecen de repente, mientras otros cambian de lugar o se transforman en algo distinto. Este rompecabezas de rasgos solo hace sentido bajo la idea de la evolución. Las etapas que se suceden durante el desarrollo embrionario de un vertebrado y su secuencia, siguen el orden en que evolucionaron sus ancestros.

Por ejemplo, una lagartija comienza su desarrollo pareciendo embrión de pez, luego parece embrión de anfibio, y finalmente se convierte en un embrión de reptil. Los mamíferos siguen la misma secuencia, pero al final tienen una etapa de embrión de mamífero. La explicación de esto es que cuando una especie evoluciona en otra, los descendientes heredan todos los genes que forman las estructuras ancestrales. Posteriormente, la evolución echa mano del material genético disponible y construye sobre el mismo, de donde surge una nueva especie.

Embrión de pez

Embrión de pez


Las extremidades superiores en los tetrápodos

Las extremidades superiores de los anfibios, mamíferos, aves y reptiles son todas similares, formadas por varios huesos: uno de ellos articulado al hombro y llamado Húmero; dos huesos paralelos llamados Cúbito y Radio; y muchos pequeños huesos en el puño, la palma y los dedos.

El origen de esta estructura se puede encontrar en los fósiles. Las primeras secciones del brazo están presentes en el fósil Eusthenopteron, pez ligeramente anterior a la aparición de los tetrápodos, con una edad de 380 millones de años.

Tiktaalik, una mezcla entre pez y tetrápodo, ya muestra hace 375 millones de años la evolución del puño, palma y la zona de los dedos, aunque todavía conserva sus aletas.

Los primeros dedos aparecen con Acanthostega, el tetrápodo más antiguo conocido hasta hoy, con una antigüedad de 365 millones de años. El cambio gradual en el diseño de las extremidades es una evidencia de la evolución de los tetrápodos a partir de un ancestro común.

Las extremidades superiores en los tetrápodos

Extremidades superiores de (desde arriba-izquierda, en sentido de las manecillas de reloj) anfibio, reptil, ave, humano, murciélago, cetáceo y felino.


Vestigios y adaptaciones de los mamíferos acuáticos o cetáceos

Los cetáceos vivos al día de hoy, evolucionaron a partir de mamíferos terrestres hace alrededor de 60 millones de años, cuando los dinosaurios desaparecieron y dejaron infinidad de nichos vacios. Ellos son un buen ejemplo para mostrar vestigios de los ancestros de una especie.

Cuando se observa el esqueleto de una ballena en un museo de historia natural, llaman la atención unos huesos a medio cuerpo separados de la columna: restos de pequeñas patas y de la pelvis. Es lo poco que queda de las extremidades inferiores de sus ancestros terrestres. Como para las ballenas sus extremidades ya no cumplen ninguna función, éstas han ido desapareciendo a lo largo de las generaciones. Las serpientes, por su lado, tienen vestigios de pelvis y fémur, huella de sus antepasados tetrápodos.

Además, los cetáceos desarrollaron adaptaciones anatómicas permitiéndoles ver y oír lo que sucede a su alrededor mientras respiran, haciendo posible la vida bajo el agua. A diferencia de cualquier otro mamífero, son capaces de vivir en aguas profundas y subir a la superficie solo cuando necesitan expulsar el dióxido de carbono e inspirar oxígeno. La cavidad nasal del cetáceo migró y se ubicó en la parte superior del cráneo.

Por el contrario, los mamíferos terrestres, como los perros, tienen la cavidad nasal al final del hocico, apuntando hacia el frente y hacia abajo. Cuando un perro nada, debe levantar su cabeza para impedir tragar agua y así poder respirar. El problema al que se enfrenta es que no puede saber qué está sucediendo debajo de él, pues sus ojos y oídos están sobre la superficie del agua. Por el contrario, el delfín puede respirar con tranquilidad mientras mantiene la vista hacia el agua, permitiéndole reaccionar en caso de peligro.

Vestigios y adaptaciones de los mamíferos acuáticos o cetáceos

Recreación del esqueleto de un Dorudón, género extinto de cetáceos, que todavía conservaba pequeñas extremidades posteriores.

Vestigios y adaptaciones de los mamíferos acuáticos o cetáceos

El cráneo de un cetáceo (izquierda) tiene la cavidad nasal (amarillo) ubicada arriba de las órbitas de los ojos (morado). En un perro sucede lo contrario (derecha).


Vestigios de nuestros antepasados en el cuerpo humano

El cuerpo humano está lleno de vestigios de sus antepasados mamíferos, evidencia de la existencia de ancestros para quienes dichos órganos eran beneficiosos. Un ejemplo de un órgano que alguna vez fue útil es el apéndice, especie de bolsa ubicada al final del intestino delgado y principio del intestino grueso. Su tamaño varía en los humanos, desde un par de centímetros hasta 30 cm. Hay individuos quienes, inclusive, nacen sin él. Los animales herbívoros, como los koalas, conejos o canguros, todos tienen un apéndice grande.

Lo mismo sucede con los primates si se alimentan de hojas, como los lémures, los monos y los gorilas. El apéndice les permite fermentar el alimento para digerir la celulosa de las plantas. Los primates que se alimentan de pocas hojas, como los orangutanes, tienen apéndices pequeños. Los humanos tenemos un apéndice vestigial, residuo de un órgano muy importante para nuestros ancestros quienes se alimentaban solo de hierbas y hojas.

Otro ejemplo es el coxis, formado por las últimas vértebras de la columna. Éstas están fusionadas y son los restos de la cola de nuestros ancestros, quienes sí la tenían y la perdieron hace 20 millones de años. Como dato curioso, ha habido casos de humanos quienes nacen con una pequeña cola.

De igual manera, el hecho que en ocasiones se nos ponga la piel de gallina es también un vestigio ancestral. Nos sucede con un susto o el frio y es el efecto del movimiento de pequeños músculos en la base del vello. En nosotros ya no cumple ninguna función, pero a otros mamíferos les sirve como aislante térmico cuando tienen frio y para aparentar mayor tamaño cuando son atacados por otro animal. Basta ver las imágenes de los gatos asustados cuando se les eriza el pelambre o de un chimpancé a punto de iniciar una pelea.

Un ejemplo más es el caso de aquellos humanos capaces de mover sus orejas. A nosotros no nos beneficia en nada el hacerlo, pues dependemos más de la vista que del oído, sin embargo, a un caballo o a un gato le es útil para localizar el origen de un sonido. De esa manera puede saber por dónde viene el depredador o dónde está su cría. Los humanos que tienen todavía esta habilidad nos recuerdan a nuestros antepasados para quienes esos movimientos eran útiles. 

Un último ejemplo es el lanugo, esa vellosidad desarrollada en los fetos humanos por todo el cuerpo a los 6 meses de gestación, y que desaparece por completo un mes antes del nacimiento. No cumple ninguna función, pues el feto se encuentra a una temperatura muy cómoda dentro de la madre. La única explicación es que el lanugo es uno de los vestigios de nuestro pasado como primates. Es evidencia de nuestra condición de simios, ya que evolucionamos a partir de especies con mucho pelo.

Todos los monos y simios desarrollan la misma vellosidad, nacen con ella y después se convierte en su pelambre. A las ballenas les ocurre lo mismo que a los humanos: los fetos de ballena pierden el lanugo antes de nacer. Es un vestigio de sus antepasados terrestres y peludos.

Podemos concluir entonces que la presencia de vestigios es una evidencia más de la evolución a partir de especies beneficiadas con esos rasgos.

Piel de gallina


La orquídea cometa de Darwin

La orquídea cometa Angraecum sesquipedale es una flor de Madagascar con la particularidad de tener un espolón –órgano de algunas flores donde en la parte final se alberga el néctar– de 30 cm de largo.

Cuando Darwin vio un ejemplar de la planta, quedó sorprendido, pues, si una planta como ésa va a ser polinizada, debe existir un insecto con una probóscide –especie de trompa para succionar el néctar– de ese mismo largo, de tal modo que le permita llegar hasta el fondo del espolón.

En su tiempo, nadie creyó en la especulación de Darwin y fue hasta 1903 cuando ese insecto fue localizado. Se trata de la polilla de Madagascar, Xanthopan morgani praedicta, con una probóscide de la longitud adecuada. Inclusive, ésta ha sido filmada bebiendo el néctar de la orquídea de Darwin.

La orquídea cometa de Darwin

Recreacíon de la orquídea Cometa de Darwin


Las alas del avestruz, del pingüino y del kiwi

Existen especies de aves las cuales aun cuando desarrollan alas no las usan para volar, pues han perdido esa habilidad debido al medio donde evolucionaron. El ejemplo más común es el caso de los avestruces, los pingüinos y los kiwis.

Las alas del avestruz son vestigio de un rasgo útil para sus ancestros, pues ellos descienden de aves voladoras. La evidencia de los fósiles y su ADN así lo confirman. Los avestruces actuales no vuelan pues habitan un medio carente de depredadores, no necesitan desaparecer con rapidez para salvar sus vidas. Conservan las alas pues cumplen ahora otras funciones: les permiten mantener el equilibrio, les son útiles para llamar la atención de las hembras y lograr apareamiento, los ayudan a asustar a sus enemigos y proteger a sus crías.

Otro caso interesante es el de los pingüinos. Ellos también tienen alas, tampoco vuelan y a pesar de ello también las han conservado. Sus alas se han convertido en una especie de aletas utilizadas para nadar bajo el agua a una velocidad sorprendente.

El caso extremo se presenta en los kiwis de Nueva Zelanda quienes tienen vestigios de alas pero ya no las usan para nada. Son alas diminutas y difíciles de percibir bajo el plumaje.

El hecho de que diversas especies compartan rasgos similares es evidencia de evolución a partir de ancestros comunes.

Las alas del avestruz, del pingüino y del kiwi

Alas de avestruz, pingüno y kiwi.


Tres tipos de riñones desarrollados en el feto humano

El embrión humano desarrolla tres distintos tipos de riñones durante el período de gestación. Dos de ellos desaparecen antes del desarrollo de los riñones definitivos. Esos dos tipos de riñones son parecidos a los riñones de especies las cuales evolucionaron antes que nosotros: los peces sin mandíbula y los anfibios.

La razón de ello es que el genoma del ser humano contiene todavía los genes que producían esas estructuras en nuestros antepasados. Éstas llegan en ocasiones a formarse, pero degeneran al poco tiempo.

El primer tipo de riñón, el pronéfrico, se forma a las 3 semanas de gestación. Es un órgano útil en las lampreas o peces sin mandíbula, dedicado a filtrar los desechos del cuerpo y excretarlos al exterior. En los humanos no funciona y desaparece. El segundo tipo de riñón, el mesonéfrico, filtra la sangre y excreta los desechos por los ductos Wolffianos, unos conductos urogenitales primitivos. Los dos tipos de riñón se desarrollan en peces y anfibios. En el humano funcionan por algunas semanas para luego desaparecer. El tercer tipo de riñón, el metanéfrico, se desarrolla a las 5 semanas de gestación del feto y es un órgano similar al mesonéfrico, el cual filtra la sangre pero excretando los desechos a través de dos tubos nuevos llamados uréteres, conductos que unen los riñones con la vejiga. Este tipo de riñón es el de los reptiles, aves y mamíferos. En el ser humano se convierte en sus riñones definitivos.

Tres tipos de riñones desarrollados en el feto humano

Riñones humanos


Los dientes, las glándulas, las plumas y el cabello

La aparición de dientes en el registro fósil no sólo anuncia una nueva forma de vida, sino que revela el origen de una nueva manera de hacer órganos.

Los dientes aparecen por la interacción de dos capas de células de la piel en desarrollo. Básicamente, las dos capas se acercan una a la otra, las células se dividen, las capas cambian de forma y se dedican a producir proteínas.

La capa de afuera "escupe" lo que será el esmalte y la capa de adentro "escupe" lo que será la parte interior del diente. Con el tiempo, la estructura de lo que será un diente queda armada para después torcerse y producir las cúspides y depresiones de cada diente y muela, dependiendo de la especie que se trate.

Resulta que exactamente el mismo proceso sucede cuando se desarrollan otras estructuras en la piel: escamas, cabello, plumas, glándulas sudoríparas, inclusive glándulas mamarias.

Esto es otro ejemplo de cómo la evolución hecha mano de lo que ya existe para hacerle alguna pequeña modificación y usarlo para producir algo nuevo.

Los dientes, las glándulas, las plumas, las escamas y el cabello son variaciones sobre un mismo tema: la evolución de órganos que estuvieron relacionados entre sí en el pasado.

Este ejemplo es evidencia de cómo distintos órganos tienen un origen común.

Los dientes, las glándulas, las plumas y el cabello

El diseño básico de las extremidades

En la Inglaterra del siglo XIX había un sinnúmero de científicos dedicados a estudiar la naturaleza. Uno de ellos fue Richard Owen, quién se dedicó a investigar si existía algún orden entre los cuerpos de los seres vivos.

A los museos de Inglaterra llegaban muchos ejemplares de animales provenientes de lugares remotos y exóticos.

Owen se encargó de estudiarlos y clasificar su anatomía. Fue el primero en descubrir que existía un enorme similaridad entre los brazos y piernas de los humanos y las extremidades delanteras y traseras de muchos otros animales.

Él llegó a publicar que existía un parecido excepcional entre criaturas tan diferentes como ranas y humanos. Descubrió que todo ser con extremidades, ya sea alas, aletas o manos, todas tienen el mismo diseño.

Todas las extremidades son una variación sobre el tema de un hueso (húmero en el brazo y femur en la pierna) que se conecta a dos huesos (cúbito y radio en el brazo, tibia y peroné en la pierna) que se conectan a muchos huesitos de la muñeca o tobillo, que a su vez se conectan a muchos huesitos de los dedos.

La similitud en diseño de las extremidades de los tetrápodos es evidencia de evolución a partir de ancestros comunes

El diseño básico de las extremidades

Extremidades superiores de diversos tetrápodos


Evolución de dos especies de rinocerontes

La evolución no funciona como un ingeniero que planea su obra para que ésta sea la mejor posible.

La evolución trabaja con el material genético que ya existe. Si sucede alguna mutación sobre ese material genético que beneficia a algún individuo, bien. Si no sucede, el individuo tendrá que tratar de sobrevivir con lo que tiene.

Un buen ejemplo son los rinocerontes. Los africanos tienen 2 cuernos y los de la India sólo tienen uno.

Por cierto, no son cuernos de hueso sino que son de cabello.

Algún antepasado de los rinocerontes de áfrica sufrió una mutación que produce los 2 cuernos. Ello seguramente les dio ventaja reproductiva pues se pueden defender mejor. Ese gen se popularizó en la población y ahora todos los rinocerontes en áfrica tienen 2 cuernos.

Sin embargo, en la población de rinocerontes de la India nunca apareció esa mutación, han tenido que sobrevivir con un sólo cuerno.

Evolución de dos especies de rinocerontes
Evolución de dos especies de rinocerontes

El caminar de las salamandras y de las chitas

Las salamandras tienen una manera de caminar un poco torpe, que delata el pasado de sus ancestros, los peces, en el mar.

Sus patas se extienden desde el cuerpo hacia afuera como si fueran remos. Una pata trasera oscila por el aire de atrás hacia adelante, después la pata delantera del lado opuesto hace lo mismo, después la otra pata trasera. Mueven las patas una a la vez mientras curvan la columna de un lado a otro.

Su movimiento parece el movimiento de un pez al nadar.

Aunque están adaptadas para la vida terrestre, caminan serpenteando como si nadaran en agua lo que hace que su caminata sea muy ineficiente. Se tienen que balancear en tres patas o en el abdomen mientras mueven una extremidad a la vez.

Los vertebrados terrestres que evolucionaron más tarde y cuya vida depende de correr para escapar de sus depredadores, desarrollaron una manera de mover sus extremidades diferente a la de la arquitectura de los peces. Las patas se ubican debajo del cuerpo y no a los lados. El peso del cuerpo recae totalmente en las 4 patas. La columna no serpentea de izquierda a derecha sino de arriba hacia abajo. Esto le permite al animal balancearse mejor y correr a gran velocidad sin caerse.

Los mamíferos se convirtieron en los expertos para correr. Pueden lanzar hacia adelante las dos patas delanteras al mismo tiempo mientras se impulsan con las dos patas traseras. Ninguna salamandra puede competir con la agilidad de un ratón, no se diga de una chita corriendo.

Esta manera de caminar de los mamíferos fue exportada al mar por las ballenas y los delfines, que delata a sus antepasados terrestres.

El caminar de las salamandras y de las chitas

Embriones de las ballenas barbadas o misticetos

Los misticetos o cetáceos barbados son un tipo de ballenas y rorcuales que no tienen dientes. En lugar de dentadura, tienen unas barbas con las que filtran el alimento del agua que entra a sus bocas.

Sin embargo, los embriones de misticetos desarrollan dientes, que al final del período de gestación son reabsorbidos y desaparecen.

Este ejemplo es evidencia de que los misticetos evolucionaron a partir de mamíferos con dientes.

Embriones de las ballenas barbadas o misticetos

Esqueletos de las ballenas y de las serpientes

Las ballenas son un perfecto ejemplo para mostrar vestigios de los ancestros de una especie.

En los museos es fácil ver, cuando se observa el esqueleto de una ballena, que hay unos huesos separados de la columna a medio cuerpo y que son vestigios de pequeñas extremidades inferiores y pelvis.

Esto es lo que queda de las extremidades inferiores de sus ancestros que eran terrestres.

Como para las ballenas estas extremidades ya no cumplen ninguna función, han ido desapareciendo.

Las serpientes también tienen vestigios de pelvis y femur.

Estos son dos ejemplos de evidencia de evolución a partir de ancestros con extremidades inferiores.

Esqueletos de las ballenas y de las serpientes
Esqueletos de las ballenas y de las serpientes

Evolución del oído medio de los mamíferos

Una característica muy particular de los mamíferos es que tenemos 3 huesitos en el oído medio: el martillo, el yunque y el estribo.

Los reptiles y los anfibios únicamente tienen un huesito, los peces no tienen ninguno. La pregunta es: ¿de dónde salieron esos dos huesitos extra en los mamíferos?

Desde 1837 se hicieron estudios con embriones de mamíferos y de reptiles para entender cómo se forma el cráneo.

Se siguieron los arcos branquiales de los embriones para ver qué sección producían en distintos cráneos.

Cuál sería la sorpresa cuando se descubrió que mismos arcos branquiales daban lugar a diferentes piezas en el cráneo, dependiendo de si se trataba de mamíferos o de reptiles.

El martillo y el yunque del oído medio en los mamíferos evolucionaron a partir de huesos de la mandíbula de los reptiles y se originan en el mismo arco branquial.

El único hueso del oído medio de un reptil corresponde al estribo de los mamíferos.

El fósil más antiguo con oído medio de 3 huesos que se conoce tiene poco menos de 200 ma.

Este ejemplo es evidencia de cómo la evolución aprovecha lo que ya existe para hacer innovaciones.


Extremidades del tetrápodo más antiguo

El tetrápodo más antiguo que se conoce es Acanthostega, de hace 365 ma, que fue descubierto en Groenlandia en 1987 por Jennifer A. Clack.

Tenia 8 dedos y sus extremidades eran palmeadas.

Es asombroso ver cómo ya cuenta con la estructura ósea similar a la de las extremidades de los reptiles, aves y mamíferos que evolucionaron posteriormente.

Su descubrimiento evidencia cómo la evolución aprovecha rasgos ya existentes y los adapta a nuevas situaciones.

Extremidades del tetrápodo más antiguo
Extremidades del tetrápodo más antiguo

Lanugo en el feto humano

El lanugo es la bellocidad que desarrollan los fetos humanos en todo el cuerpo a los 6 meses de gestación y que luego desaparece por completo un mes antes del nacimiento.

No cumple ninguna función pues el feto se encuentra a una temperatura muy cómoda dentro de la madre.

La única explicación que existe es que el lanugo es uno de los vestigios que quedan de nuestro pasado como primates.

Es evidencia de que somos primates, de que evolucionamos de primates con mucho pelo.

Todos los monos y simios desarrollan la misma bellocidad pero nacen con ella. Después se convierte en su pelambre.

A las ballenas les sucede lo mismo que a los humanos: los fetos de ballena pierden el lanugo antes de nacer.

Es un vestigio de sus antepasados terrestres y peludos. Es una evidencia de la evolución a partir de ellos.

Lanugo en el feto humano

Lanugo en bebé humano


Mamut lanudo

Un ejemplo muy simple de evolución es el mamut lanudo, extinto actualmente.

Habitaba el norte de América y de Eurasia, tenía el cuerpo cubierto de largo pelo que le permitía soportar las bajas temperaturas.

Se han encontrado ejemplares completos, totalmente congelados, en la tundra.

Este mamut descendió probablemente de los mamuts con poco pelo, parecidos a los elefantes actuales.

Lo que sucedió seguramente fue que al bajar las temperaturas, dentro del grupo de mamuts ancestros, los que tenían más cabello sobrevivieron y dejaron más descendencia que los que eran calvos.

Si esto sucedió a lo largo de miles de generaciones, el resultado fue que la población se volvió cada vez más peluda hasta convertirse en los mamuts lanudos que se han encontrado.

Este ejemplo es evidencia de evolución en circunstancias climáticas extremas.

Mamut lanudo
Mamut lanudo

Origen de los ojos de los vertebrados e invertebrados

Los ojos aparecen en básicamente dos estilos distintos: los ojos de los invertebrados que son los ojos compuestos y los ojos de los vertebrados, que son los ojos tipo cámara.

Como es muy difícil que un ojo fosilice, hasta hace muy poco tiempo no se sabía cómo habían evolucionado estos dos tipos de ojos.

Fue en 2001 que un estudio acerca de los poliquetos, que son unos anélidos muy primitivos, permitió observar que estos organismos tienen los dos tipos de ojos en versiones primitivas.

Tienen un par de ojos sobre la cabeza, pero en el cuerpo, bajo la piel, tienen un tejido especializado en percibir luz.

Los ojos normales tienen las neuronas y opsinas de los invertebrados.

Los pequeños fotoreceptores bajo la piel tienen las opsinas y la estructura celular de los ojos de los vertebrados.

Estos anélidos son un puente viviente entre los dos tipos de ojos.

Este ejemplo es evidencia de la evolución de órganos complejos a partir de órganos simples.

Origen de los ojos de los vertebrados e invertebrados

Evolución de ojo simple a complejo


Origen de las extremidades superiores

Las extremidades superiores de los mamíferos, aves y reptiles están formadas por un hueso que sale del hombro que es el Húmero, dos huesos que van paralelos que son el Cúbito y el Radio y después muchos huesos en el puño, la palma y los dedos.

El origen de esta estructura se puede encontrar en los fósiles.

Las primeras partes del brazo están ya presentes en Eusthenopteron, de hace 380 ma, que es un pez ligeramente anterior a los tetrápodos.

Tiktaalik, que es una mezcla de pez y tetrápodo, ya muestra hace 375 ma la evolución del puño, palma y la zona de los dedos, aunque todavía tiene aletas.

Los primeros dedos aparecen con Acanthostega hace 365 ma, que es el tetrápodo más antiguo que se conoce.

El cambio gradual en el diseño de la extremidades es una evidencia de la evolución.

Origen de las extremidades superiores

Extremidades superiores de diversas especies


Origen de los dientes

No es de extrañar que los fósiles de vertebrados más comunes consistan de dientes o contengan casi siempre dientes. Los dientes son los órganos de mayor dureza en nuestros cuerpos. Tienen que ser más duros que los pedazos de alimento que despedazan. Son de mucha mayor dureza que los huesos porque contienen en gran cantidad una molécula llamada hidroxiapatita.

Los peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos, todos tienen estructuras que contienen mucha hidroxiapatita. ¿De dónde vienen estas estructuras?

Resulta que vienen de los conodontes, que son los fósiles más comunes de los oceanos antiguos, de entre 500 y 200 ma. Se conocen desde hace casi 200 años, pero no se sabía qué eran, pues lo único que se encontraba eran las partes duras, como las que muestra la primera imagen.

Los científicos no se ponían de acuerdo si se trataba de animales, vegetales, minerales, o inclusive pedazos de almejas, esponjas o vertebrados.

Fue hasta que un investigador encontró en un sótano de la Universidad de Edimburgo una roca que contenía una especie de lamprea con lo que se conocía como un conodonte adherido a la boca. En ese momento se entendió de qué se trataba: los conodontes eran los dientes de unos animales de cuerpo blando. No tenían esqueleto, no tenían mandíbula, solo un cuerpo blando y dientes para despedazar a sus presas. Esto dio respuesta a quienes se preguntaban cómo surgieron los exoesqueletos, endoesqueletos, mandíbulas. Pues resulta que las primeras partes duras del cuerpo que aparecieron fueron los dientes.

El cambio gradual en las partes duras de los organismos es evidencia de la evolución.

Origen de los dientes
Origen de los dientes

Recreación de conodonte


Clasificación natural de los seres vivos

Por siglos, los biólogos se han dedicado a clasificar las plantas y los animales, agrupándolos según sus características físicas.

Por ejemplo, todos las especies de la clase aves tienen dos patas y dos alas. Pero sucede que un canario y un gorrión se parecen más entre sí que un canario y un avestruz. Más aun, estas tres aves se parecen más entre sí que cada una de ellas a un ejemplar de otra clase, por ejemplo, a un canguro.

El botánico Carl Linnaeus fue el primero que en 1735, observando que los seres vivos caían de manera natural en una clasificación, ideó una taxonomía que se usa hasta la fecha.

Además sucedía que esta clasificación no era arbitraria: distintos estudiosos llegaban de manera independiente a la misma clasificación.

Este hecho parece decir algo fundamental acerca de la naturaleza, pero nadie sabía a ciencia cierta qué era eso, hasta que apareció Darwin.

Darwin demostró que esa agrupación de la vida es precisamente lo que la evolución predice. Los seres con ancestros comunes recientes comparten muchos rasgos, mientras que aquellos que tienen ancestros más distantes en el tiempo, son más disímiles.

La clasificación natural de los seres vivos constituye una evidencia de la evolución.

Clasificación natural de los seres vivos

El apéndice humano

La existencia de un órgano vestigial es evidencia de que hubo un ancestro que sí utilizaba dicho órgano.

Un ejemplo de vestigios de un órgano que alguna vez fue útil es el apéndice de los humanos.

Es una especie de bolsa ubicada al final del intestino delgado y principio del intestino grueso. Su tamaño varía en los humanos, desde un par de centímetros hasta cerca de 30. Hay individuos que inclusive nacen sin apéndice.

Los animales herbívoros, como los koalas, conejos o canguros, todos ellos tienen un apéndice grande.

Lo mismo sucede con los que se alimentan de hojas, como los lémures, los monos y los gorilas. El apéndice les permite fermentar el alimento para digerir la celulosa de las plantas.

Los primates que se alimentan de pocas hojas, como los orangutanes, tienen apéndices pequeños.

Los humanos tenemos un apéndice que no se usa para nada, pero es lo que queda de un órgano que era muy importante para nuestros ancestros que sí se alimentaban de hojas y hierbas.

La existencia de órganos vestigiales es evidencia de evolución.

El apéndice humano

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