Por qué la gente niega la evolución
Hay gente que niega evolución pues encuentra indigno ser el sexto simio
La gente niega la evolución porque impacta las enseñanzas religiosas
La gente niega la evolución porque la realidad no es obvia
La gente niega la evolución por la imposibilidad de imaginar millones de años
La gente niega la evolución porque nuestro sistema de creencias es incompatible con la ciencia
La gente no entiende la evolución pues sucede en tiempos distintos a los que estamos acostumbrados
La gente niega la evolución porque contradice el mito de la creación que su religión le ha enseñado
El público en general desconoce el estado del arte en evolución
Hay gente que niega evolución pues encuentra indigno ser el sexto simio
Las evidencias genéticas muestran sin lugar a dudas que somos simios.
Junto con los chimpancés, bonobos, gorilas, orangutanes y gibones, somos la sexta especie perteneciente a este grupo de primates, cuya característica más conocida es no tener cola.
Nuestro parecido genético con los chimpancés es mayor que el parecido genético entre un caballo y un asno.
Desafortunadamente, la arrogancia y soberbia de aquellos que creen que el mundo fue creado para beneficio del ser humano, les impide aceptar un hecho innegable: todos somos simios, medio civilizados, pero al fin simios.
Y también somos primates, mamíferos, vertebrados y multicelulares.
Este sitio contiene una magnífica colección de fotografías de chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes.
La gente niega la evolución porque impacta las enseñanzas religiosas
La revolución ideológica que provocó Darwin sigue teniendo efectos siglo y medio después porque impacta a la gente en lo que sus religiones le han enseñado.
Del hecho que la evolución sucede se deriva que:
El planeta no es estático sino que sufre cambios.
Las especies son plásticas, van cambiando con el tiempo.
Lo más probable es que todas las religiones sean falsas, todos los profetas sean mentirosos y todos los dioses sean inexistentes.
Lo único que existe es la realidad. La irrealidad no existe.
Las personas que se oponen a la enseñanza de la evolución en las escuelas y prefieren que se enseñe algún tipo de creacionismo no se dan cuenta que lo que proponen es tan absurdo como pretender que en lugar de enseñar astronomía se enseñe astrología, que en lugar de enseñar física se enseñe magia, que en lugar de enseñar química se enseñe alquimia, o que en lugar de enseñar psicología se enseñe parapsicología.
La gente niega la evolución porque la realidad no es obvia
¿Qué es la realidad? Esta pregunta parecería absurda. La respuesta directa es: la realidad es todo aquello que existe.
Bien, ¿pero cómo sabemos si algo existe? Es fácil saber que los perros, los pinos, el mar y la luna existen. Pero, ¿existen los átomos? Nunca hemos visto uno a simple vista. ¿Efectivamente existieron los dinosaurios? Tampoco nos hemos tropezado con uno en el campo.
Nuestros sentidos (vista, olfato, oído, tacto y gusto) hacen un buen trabajo para convencernos de que ciertas cosas son reales, como el café recién hecho, el terciopelo y el timbre de la puerta. Pero si sólo nos guiáramos por nuestros sentidos, no sabríamos de la existencia de los átomos ni de otras galaxias ni de las ondas de radio.
El ser humano ha logrado extender sus sentidos utilizando tecnología y con esto confirmar la existencia de una realidad más amplia y menos obvia que la de todos los días. Con el microscopio hemos descubierto organismos que no se ven a simple vista, como las bacterias.
Con el telescopio hemos podido confirmar que hay objetos muy lejanos, como otras galaxias. Con las televisiones y los radios hemos convertido ondas a imágenes y sonidos, por lo tanto sabemos que esas ondas son parte de la realidad.
¿Pero que hay con los dinosaurios? No podemos con tecnología construir una máquina del tiempo y viajar hacia el pasado para confirmar que efectivamente existieron. Con ellos tenemos que utilizar otros métodos, tenemos que buscar evidencias y esas evidencias son los fósiles. Dado que hemos logrado entender cómo se forman los fósiles, podemos confiar que ellos nos ofrecen una imagen fidedigna del mundo pasado.
Muy bien. Pero con problemas en los que ni nuestros sentidos ni las extensiones de nuestros sentidos nos son útiles, ¿cómo sabemos que algo es real? Por ejemplo, cómo saber que la Tierra gira alrededor del Sol, si para nuestros sentidos parece que es el Sol el que gira alrededor de la Tierra.
Resulta que el ser humano se ha apoyado en el razonamiento lógico para hacer modelos que simulen la realidad. Construyéndolos con números o computadoras y alimentándolos con datos reales, es posible confirmar si la realidad se comporta como el modelo. De ser así, los resultados del modelo son equivalentes a lo que sucede en el mundo real.
La ciencia, que se basa en razonamiento lógico y evidencias, junto con su derivado, la tecnología, es la única disciplina que nos permite conocer la realidad.
Quien no entiende esto y se deja engañar por disciplinas que no están basadas en razonamiento lógico y evidencias, tiene una visión equivocada del mundo.
Igualmente, quien cuestiona una teoría que es irrefutable, como es el caso de la evolución con la multitud de evidencias que hay acerca de ella, también tiene una visión totalmente equivocada de la realidad.
La gente niega la evolución por la imposibilidad de imaginar millones de años
Es imposible para nosotros imaginarnos qué significa un millón de años o mil millones de años. Realmente no tenemos idea de la magnitud.
Podemos imaginar 10 años, o 100 años, hasta quizá 1,000 años. Pero pensar en cuánto tiempo significa 100,000 años nos cuesta mucho trabajo.
Hagamos un ejercicio de mapear el tiempo a distancia.
Imaginemos que un año es un milímetro. Un milímetro no nos cuesta trabajo imaginarlo, es el grosor de una aguja o de un grano de arena.
Diez milímetros son 10 años. Diez milímetros o un centímetro, que es el diámetro de una moneda pequeña, nos lleva a la década pasada.
Diez centímetros, el largo de un dedo de la mano más o menos, equivale a 100 años. Hace 100 años vivían nuestros bisabuelos, comenzaban los aviones, todavía no había habido guerras mundiales y ni quien pensara en computadoras.
Cincuenta centímetros, la distancia de un paso normal, equivale a hace 500 años, cuando apenas Cristóbal Colón llegaba a América.
Un metro, la distancia entre mi hombro y la punta de los dedos de mi brazo opuesto extendido, corresponde a 1,000 años. Fue cuando los Maorís llegaron a Nueva Zelanda, Guillermo el Conquistador invadió la Gran Bretaña y Chichén Itzá estaba en esplendor.
Dos metros, la altura de un jugador de basquetbol, nos lleva a la época de Cristo, Herodes y la invasión de los romanos a Gran Bretaña.
Trece metros, el largo de un tráiler de carga, nos lleva a la época cuando los primeros habitantes de América cruzaron por el estrecho de Bering.
Cincuenta metros, el largo de una alberca olímpica, corresponde a 50,000 años, cuando Europa estaba todavía poblada por Neandertales.
Un millón de años es un kilómetro, el equivalente a 10 cuadras típicas en una ciudad. En ese tiempo no había Homo sapiens todavía. Nuestros antepasados eran Homo erectus, como el Hombre de Pekín y el Hombre de Java.
Siete kilómetros, la distancia que camina uno cómodamente en dos horas, más o menos, equivale a 7 millones de años, cuando apenas aparecieron los primeros homínidos.
La longitud de un maratón, 42 kilómetros, corresponde a cuando los continentes ya estaban en su forma actual.
Hace 65 kilómetros, la distancia de Madrid a Toledo, o sea hace 65 millones de años, desaparecieron los dinosaurios.
Hace 200 kilómetros, la distancia de Los Ángeles a San Diego, o sea hace 200 millones de años, aparecieron los dinosaurios.
Hace 500 kilómetros, la distancia de Filadelfia a Boston, es la explosión del Cámbrico y hace 600 kilómetros, la distancia de Los Ángeles a San Francisco, aparecen los primeros animales.
Hace 2,100 kilómetros, la distancia equivalente entre Madrid y Zagreb, aparecen los eucariotas.
Hace 3,900 kilómetros, la distancia entre Lisboa e Istanbul, o Buenos Aires y Lima, aparecen los procariotas.
Hace 4,600 kilómetros, más o menos la distancia de la Ciudad de México a Boston, o la distancia de Los Ángeles a Nueva York, se forma la Tierra.
Esa es la escala de tiempo a la que trabaja la evolución.
La gente niega la evolución porque nuestro sistema de creencias es incompatible con la ciencia
El ser humano evolucionó con un cerebro que toma decisiones precipitadamente, es malo para los números y la probabilidad, prefiere lo conocido a lo desconocido, encuentra patrones donde sólo hay aleatoriedad, sobreestima los anécdotas, subestima las evidencias, es fácilmente influenciado por la autoridad y le encanta el misticismo.
Por lo tanto, las creencias científicas no se le dan fácilmente, pues la ciencia, aun cuando es el único sistema que permite entender cómo funciona el mundo, muchas veces va contra el sentido común.
Además, la gente en general no cuenta con la información indispensable para hacer un juicio científico.
La gente no entiende la evolución pues sucede en tiempos distintos a los que estamos acostumbrados
No es fácil entender evolución pues nosotros vivimos en un mundo donde los eventos se dan en intervalos de días, años, décadas, siglos a lo sumo, y la evolución sucede a lo largo de miles o millones de años, intervalos de tiempo que somos incapaces de comprender.
Los fenómenos que ocurren muy lentamente, como el movimiento de los continentes o el movimiento relativo entre estrellas, nos dan la impresión de ser estáticos. Creemos que el firmamento ha sido siempre igual, lo cual es falso.
Nuestros antepasados de hace 100 ka veían otras constelaciones pues las estrellas se han movido unas respecto a las otras.
Nos sorprende que hace mucho tiempo la India era una isla que eventualmente colisionó con Asia y provocó que surgieran los Himalayas. Inclusive al día de hoy, la India continúa presionando sobre el continente y las montañas siguen elevándose.
Sin embargo esos procesos, aunque lentos, suceden. El hecho que nuestros cerebros, que evolucionaron para sobrevivir en las sabanas africanas, no los perciban, no significa que no ocurran.
La gente niega la evolución porque contradice el mito de la creación que su religión le ha enseñado
Todos los pueblos de la Tierra en todas las épocas y en todas las culturas han tenido distintos mitos de la creación.
De dónde venimos y cómo es que llegamos a los que somos hoy son las preguntas que han inquietado al ser humano durante toda su existencia.
Los mitos de la creación de todas las culturas son falsos pues no hay evidencias que confirmen que lo que se cuenta haya en efecto sucedido.
La única historia que pretende describir de dónde venimos y que sí tiene evidencias que la sustentan, es la evolución.
La evolución es la mejor historia de la creación y la única historia que es verdadera.
El público en general desconoce el estado del arte en evolución
La teoría de Darwin causó un alboroto tremendo durante el final del siglo XIX. Los debates continuaron por 60 años después de la publicación del Origen de las Especies.
Hoy en día todas las dudas están resueltas: la evolución sucede.
Cuando los biólogos evolucionistas se reunen en congresos a discutir sus ideas, son otros temas los que se debaten. ¿Cómo reconstruir árboles filogenéticos? ¿Qué provocó las extinciones masivas? Importancia relativa de la selección natural, la selección sexual y otros procesos en la evolución.
Debe quedar muy claro que ya no se discute si efectivamente la vida ha evolucionado por miles de millones de años.
Si eso se discutiera, equivaldría a que los astrónomos siguieran debatiéndose si efectivamente la Tierra gira alrededor del Sol o no.
El que niega la evolución, frecuentemente es hipócrita
Los creacionistas quieren tener lo mejor de ambos mundos. Son hipócritas pues creen en la evolución cuando les conviene, como bien lo ejemplifica esta caricatura Doonesbury.
La gente niega la evolución porque no la entiende
El público que niega la evolución lo hace en muchos casos por desconocimiento y confusión de ideas.
La primera es la idea del Antepasado Común. Es un patrón, no un mecanismo. Sucede pues los organismos poseen material genético que heredan de una generación a otra.
La segunda idea y quizá la más importante, es que la selección natural no es un proceso aleatorio. Este error de concepto es tan generalizado, aun entre gente educada, que vale la pena recalcarlo inequívocamente:
La selección natural es un mecanismo evolucionario que no sucede al azar.
Por lo tanto, nadie puede salir con el argumento que "los evolucionistas piensan que el hombre apareció de casualidad".
Nada puede estar más lejos de la verdad.
La selección natural es la supervivencia y reproducción diferencial entre organismos que tienen rasgos heredables y que les permiten triunfar en la lucha por vivir.